Fundamentos personales

Humildad, creatividad y trabajo en equipo componen el marco en el que he desarrollado mi carrera científica.

Foto de portada por Chetan Aditya

Mucha gente piensa que los científicos son personas especiales, empollones con una inteligencia superior, incapaces de relacionarse con el resto de la gente y con una personalidad muy específica (incluso repelentes). Y la verdad es que cuando eres científico es probable que tu punto de vista respecto al mundo cambie y puede que conversar acerca de algunos temas se torne complicado. A veces puedes llegar a creer que tu criterio es más valido que el de los demás, lo confieso. Pero ...

¿Tienen los científicos una personalidad concreta? 

¿Son como esos frikis que suelen ponernos en las series y películas? ... Y que conste que soy muy fan de Rick Sánchez.

La respuesta es NO, cualquiera puede ser científico, es más, la ciencia progresa porque se mira un mismo problema desde diferentes enfoques. Así que cuantos más seamos, cuantas más personas (cada una con su personalidad y su punto de vista) nos interesemos por el mismo asunto, mejor lo acabaremos entendiendo y explicándolo. 

Dicho esto, cuando hablo aquí de personalidad científica, no me refiero a una personalidad ideal para ser científico, sino a cómo aplico mi personalidad (la de un tipo cualquiera) a la manera en que hago ciencia. 

Santiago Ramón y Cajal haciendo el friki

La ciencia y yo

Empecemos por el principio, yo nunca pensé en ser científico hasta que descubrí lo que era la ciencia, y ya tenía más de veinte años. Es verdad que siempre me había interesado en cómo funcionan las cosas que me rodeaban, mis padres son curiosos, aficionados a la biología y la electrónica, siempre hubo en casa libros que leer y cacharros que romper. A los dieciséis años tuve una moto que siempre estaba rota porque la desmontaba una y otra vez para entender cómo funcionaba, pero luego cuando la montaba otra vez ... siempre me sobraban piezas y tornillos. Mis amigos me lo recuerdan de vez en cuando entre risas. En aquellos tiempos, como hoy, al mirar las estrellas por la noche y pensar en todo lo que hay entre ellas y yo, los microbios, el vacío, el infinito, ... me da vértigo. Esa sensación, abrumadora, siempre ha despertado mi curiosidad.

Foto de saturno tomada por mi padre desde el balcón con su telescopio doméstico y un iPhone.

Pasaron los años y mi primer contacto verdadero con la ciencia fue cuando vivía en Inglaterra, no estudiaba, pero acabé leyendo El Origen de las Especies de Charles Darwin, un libro que había cogido prestado a mi madre antes de irme de España. Al leerlo entero entendí cómo actúa la evolución en los seres vivos y cómo Darwin lo descifró. Comprendí que no es magia, que se puede explicar, y que todo encaja. Ahí empezó mi carrera científica, sin esperarlo y sin quererlo, me enganchó tanto que me puse a estudiar con una motivación increíble.

A partir de aquella experiencia, totalmente fortuita, todo empezó a retroalimentarse. Cuanto más aprendo, más consciente me hago de lo ignorante que soy, y eso me impulsa a aprender más, lo que me vuelve más consciente de mi ignorancia. Y es que, en ciencia, cada vez que crees que consigues comprender algo, te acaban asaltando más preguntas. La naturaleza es enorme, no nos cabe en la cabeza. Así que, en cierta manera, la ignorancia es el motor para hacer ciencia en mi caso. 

Por tanto, según lo dicho, no creo que haya unas cualidades necesarias en la personalidad para ser científico. En mi caso, yo no encajaría en el prototipo de científico que nos han querido vender. Soy bastante sociable y no soy más inteligente que nadie. Lo que pienso es que, para ser científico, hace falta algo que despierte tu interés, tu curiosidad, y a partir de ahí cada uno se defiende con las cartas que le han tocado, como todo en la vida. Mis cartas principalmente son tres, y no las puedo (ni las quiero) cambiar porque están determinadas por mi personalidad. En cualquier aspecto de mi vida, cuando voy a lo fundamental salen esas tres cualidades: la humildad, la creatividad y el trabajo en equipo. Si puedo jugar con esas tres cartas, haga lo que haga, lo realizaré con gran entusiasmo y compromiso, y por suerte, la ciencia me lo ha permitido hasta ahora.

Poner las cartas sobre la mesa.

- Refranero español

Humildad, hermano

Como he dicho arriba, ser humilde es uno de los fundamentos de mi personalidad y es una de las cualidades que me han sido más beneficiosas a la hora de hacer ciencia. Cuando digo humildad me refiero al hecho de ser consciente de que mis capacidades son limitadas, por mucho que estudio, no hay tiempo en la vida para aprenderlo todo. Por tanto, en los casos en que mi contribución a un proyecto no es suficiente para alcanzar la calidad necesaria: lo mejor es pedir ayuda. Reconocer la necesidad y aceptar la contribución de alguien a tu proyecto es una ventaja, saber aprovecharlo y aprender de ello es una virtud. No puedes abarcarlo todo. 

Respecto a lo anterior quiero resaltar que ser consciente de tus limites no significa que los asumas como estáticos o permanentes. En ciencia tienes que ser autocrítico, el entorno es muy competitivo y siempre hay que estar aprendiendo. Uno ha de conocer sus límites y superarlos, hay que estar siempre a la última. Si recurres a otro experto para que te ayude en un problema concreto, eso es una oportunidad para aprender de él o ella. El aprendizaje continuo es tan imprescindible, que simplemente para poder comunicarte de manera eficiente con tu colaborador tienes que aprender moverte con cierto confort en la interfase de las diferentes disciplinas en juego.

Hay otro aspecto en el que la humildad es de suma importancia para hacer ciencia: tienes que estar preparado para el fracaso, caerte una y otra vez es la norma. Y lo que es más importante todavía, reconocer que no pasa nada y levantarte de nuevo. Cuando haces ciencia, lo que mola es estar en territorio desconocido. Puedes tener una hipótesis, una idea que explica lo que observas, pero normalmente el problema es mucho más complicado de lo que tú te crees. Digamos que estás en el punto A y quieres llegar al punto B, pero no sabes si B existe, ni si quiera sabes si A es realmente lo que tú crees que es. Así que es probable que sí lo haces bien, acabes dando vueltas alrededor de ese supuesto B, para acabar llegando al punto Z, que no sabías ni que existía, y con suerte tú has sido el primero en descubrir. Aquí te dejo el link a un video muy esclarecedor sobre esto, contado por el científico Uri Alon.

Esquema conceptual del desarrollo del típico proyecto científico. Empiezas en un punto supuestamente sólido y seguro (A) e hipotetizas que B es una posibilidad factible, así que te decides a investigarla, aunque realmente no tienes certeza de que B sea real. Te acercas a B, pero no llegas, B no se manifiesta. Finalmente, después de varias vueltas sin que B aparezca, descubres algo interesante, relacionado con B, pero no es B (puede que hayas descubierto que B no es posible, y matas dos pájaros de un tiro). Investigas esa nueva dirección que finalmente, después de unas cuantas vueltas más (y algunas frustraciones) te lleva a Z ¡Que no tiene nada que envidiar a B!

Hay que ser humilde para reconocer que ese hipotético punto B al que querías llegar no existe, te habías equivocado. Bueno, no pasa nada, la naturaleza es muy rica en fenómenos, párate, piensa y busca otro camino, quizás acabes en C, o en Z, o en alpha. Cuando has aprendido que caerse es muy probable, desarrollas (por tu bien) capacidades estratégicas y aprendes a gestionar los proyectos de una manera más sistemática, lo que te ayuda a levantarte más rápido y más eficientemente. Con experiencia, acabas desarrollando una conciencia de oportunidad en la que aprovechas lo que la "caída" te ha enseñado para crear en una nueva idea, y eso acaba siendo alimento para la creatividad.

El orgullo solo hace daño, no te ayuda jamás, lucha contra esa mi**da.

- Marsellus Wallace, Pulp Fiction (1994)

Creatividad en la ciencia como en el arte

A mí la creatividad me relaja, creo que es porque al crear algo (un dibujo, un jarrón, una hipótesis, ...) pones las ideas en orden y las puedes interpretar, como si eso que estaba en estado gaseoso y no se podía ver, ahora es sólido y puedes observarlo. Me pasa con la música, cuando voy juntando armónicamente frases o riffs sueltos y cobran sentido, o cuando pienso mucho en cómo plasmar una idea en un dibujo y le voy dando vueltas, iterando hasta que sale algo que me dice lo que yo quiero decir. Eso me hace sentir satisfecho, es terapéutico para mí. Tal sensación es algo que también me pasa con la ciencia, ya sea cuando diseño un experimento, o interpreto unos resultados que a simple vista son un montón de números, o resuelvo un problema técnico que abre la puerta a nuevas posibilidades. Sin duda, lo que me gusta de mi trabajo es la parte creativa. 

Pero ojo, ya que he empezado con el ejemplo de la música y el dibujo, aquí quiero dejar claro que en mi opinión la ciencia no es un arte, aunque pueden tener aspectos en común. En el arte, digamos que el autor deja una traza personal en la obra, que la hace única. El artista hace una obra que nunca nadie hubiera hecho igual (a menos que sea una copia). Mientras que en la ciencia se entiende que la personalidad del autor debe estar fuera de la obra. Es decir, que la interpretación y explicación de unos resultados han de ser puramente objetivos e inequívocos. En la ciencia, diferentes científicos pueden hacer exactamente el mismo descubrimiento de manera independiente. Por otro lado, en el caso de la ingeniería, hay otro componente de creatividad que es el de proponer e implementar una solución a un problema técnico de la sociedad. Aquí hay un poco más de margen para el autor. Pero en mi opinión, ya que la solución deseada (teóricamente) debería ser la óptima, y por definición, solo existe una solución que sea la óptima, la mejor, diferentes ingenieros acabarían proponiendo la misma solución, por eso, la ingeniería tampoco es un arte desde mi punto de vista.

Dicho eso, tanto en el arte como en la ciencia, la creatividad es una cualidad necesaria. Todos podemos ser creativos, pero no siempre puede uno serlo, parece que es algo que surge. Yo simplemente intento aprovecharlo y disfrutarlo cuando sucede. Si hay algo parecido a una receta para la creatividad en la ciencia y en la ingeniería, para mí, eso es tener la mente abierta, pensar en grande y estar aprendiendo a cada oportunidad que surge. En mi experiencia en ciencia, para aprender y ser creativo, más allá de los libros y el estudio, una buena estrategia es salir de tu zona de confort y trabajar con otros científicos cuyas áreas de conocimiento, culturas y condiciones sociales sean diferentes a las tuyas. Eso implica trabajar en contextos interdisciplinares y diversos, lo que requiere un esfuerzo extra y humildad. Para ello has de estar abierto, aprender a moverte bien en la interfase de diferentes campos del conocimiento y tener una mentalidad inclusiva. Sin duda, es algo que merece la pena tanto en el aspecto profesional como en el personal.

El mundo está lleno de cosas obvias que nadie, ni por casualidad, observa jamás.

- Sherlock Holmes, El perro de los Baskervilles (1902)

Trabajo en equipo, donde 2 + 2 es más que 4

No hace falta fijarse mucho para darnos cuenta de que hoy en día vivimos en una sociedad dependiente de los últimos avances tecnológicos (de manera incluso excesiva). Mis abuelos crecieron en una sociedad que se apoyaba en tecnologías con cientos de años de antigüedad, nosotros, hoy en día, básicamente dependemos de tecnologías con no más de veinte o treinta años, a lo sumo. Y esta tendencia va in crescendo. Estos productos tecnológicos que consumimos y de los que depende nuestra sociedad, a veces integran tanta complejidad que no han sido diseñados solo por científicos o ingenieros, sino que en su diseño se tienen en cuenta factores que van más allá de aspectos científicos. Por ejemplo, en el diseño de una terapia para tratar el cáncer, un robot que aspira la casa, o un detergente para el lavavajillas, intervienen además de los factores tecnológicos, también los económicos, medioambientales, éticos y sociales. Así que, para desarrollar muchos de los productos que utilizamos para llevar a cabo nuestras vidas, es esencial trabajar eficientemente en equipos donde los miembros tienen visiones muy diferentes de un mismo producto. Y esto es vital para que las organizaciones sigan siendo competitivas y alcancen sus objetivos.

En un contexto como el descrito, ceñirse al estereotipo del científico aislado en su torre de marfil, laboratorio o biblioteca, le pudo venir muy bien a Newton, pero no es representativo de la realidad de la ciencia moderna. Saber trabajar en equipo es sumamente importante, ya que cuando tu aportación no es suficiente, has de saber apoyarte en el equipo (aunque eso no le hizo falta a Newton, todo hay que decirlo). Trabajar en equipo engloba varías cualidades, sobre todo si es en equipos interdisciplinares. Aunque parezca contradictorio, uno ha de ser humilde, y saber escuchar y aprender, sin que eso esté reñido con la capacidad de independencia y la confianza en sí mismo. Al trabajar en un equipo interdisciplinar, a menudo puede que seas el único experto en tu área de conocimiento. Por tanto, has de ser independiente y tener confianza para liderar el desarrollo de las contribuciones de las que eres responsable como experto. Pero al mismo tiempo has de ser humilde para escuchar a los demás que controlan más que tú en sus respectivas disciplinas. Eso, en mi experiencia, es lo mejor de trabajar en equipos interdisciplinares, ya que siempre estás aprendiendo de los demás, pero también enseñando, porque cada uno tiene un área en la que es experto y asume esa responsabilidad, mientras que todos remamos en la misma dirección.

Como ejemplo personal, mi interés en trabajar en equipos interdisciplinares comienza antes de terminar el grado de biotecnología en la Universitat de València, cuando descubrí el campo de la biología de sistemas. La biología de sistemas es una disciplina que se basa en la idea de que los sistemas biológicos son muy complejos y no pueden ser entendidos completamente mediante el estudio de sus partes individuales. En lugar de ello, se busca comprender cómo las partes interaccionan para formar un todo funcional. Para su estudio se utilizan técnicas y herramientas de diferentes disciplinas, como la biología molecular, la física, la informática y las matemáticas con el fin de analizar y modelar los procesos biológicos. Normalmente, un solo investigador no dispone de tantos recursos para llevar a cabo este tipo de investigaciones por sí solo, es esencial la colaboración en equipos interdisciplinares. Debido a mi interés por la biología de sistemas, he podido trabajar codo con codo con ingenieros, matemáticos o físicos, y he tenido que expresar mis ideas en la interfase de diferentes disciplinas, para ser entendido y establecer colaboraciones. Tras esa experiencia, estoy convencido de que estar rodeado de gente que piensa diferente, escuchando, aprendiendo, enseñando y persiguiendo un mismo objetivo, es genial, enriquecedor, y me encanta trabajar en ese tipo de entornos. Para ello he tenido que aprender a priorizar y saber cuáles son mis responsabilidades individuales, mientras se tiene siempre presente la visión de conjunto. Por suerte, pude descubrir la biología de sistemas y la bioingeniería que me permiten desarrollar sinergias con otros científicos, aprender de manera continua y llevar a cabo investigación en temas que me apasionan, intentando poner mi granito de arena para ayudar a la gente a través de la biología de sistemas y la bioingeniería. 

A menudo, los avances científicos se deben al descubrimiento de algo que hasta entonces no se había visto, no tanto por la utilización de un nuevo instrumento como por la observación desde un ángulo diferente.

- François Jacob, Evolución y bricolaje (1977)